martes, 8 de julio de 2008

Las CADEras del Poder (*)

(*) Escrito en noviembre del 2003 y publicado a pedido de un gran amigo que lo considera vigente

La Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) siempre fue una suerte de termómetro de la coyuntura política y económica del país. El Presidente en ejercicio estaba prácticamente obligado a cerrar el evento con un discurso conteniendo algún anuncio o compromiso de impacto, más allá de aprobar – mismo torero peruano en Acho -, al exigente y conocedor público asistente; que, por cierto, era mayoritariamente vinculado a la actividad empresarial.

Los tiempos han cambiado y el Perú también. Las apariciones públicas o la asistencia a los más importantes eventos que se desarrollan en el país, sean estos de carácter cultural, social, político, deportivo o de simple diversión, están marcadas por una tipología especial de nuevos y antiguos caseritos que tienen tres cosas en común: el irresistible afán de figurar; el dinero para poder colmar sus caprichos; y, la desfachatez de sentirse erudito en mil temas. Y, así, esta selecta cofradía es la que siempre aparece en las fotografías de las páginas sociales de los diarios y revistas, en las primeras filas de los más variados conciertos musicales de Shakira a Pavarotti pasando por Serrat y Les Luthiers; son los nuevos hinchas de la selección que llenan los palcos suites y las graderías del Monumental; los mismos que están, bota y puro en mano, en las barreras de Acho; o vestidos de blanco en la fiesta del perol o en Pachacámac viendo desfilar a los caballos de paso; saben de cocina y de vinos por supuesto. Ser parte de este exclusivo gremio de todólogos no es fácil para nada, pues deben tener la capacidad histriónica de resaltar entre muchos y mantener un look adecuado para cada ocasión.

La última CADE desarrollada en Ica, es, que duda cabe, la mayor prueba de lo afirmado. Una galería de vanidades bien montada en algunos casos, como el ingreso en olor a multitud de un ex mandatario que, de la mano de su fiel cónyuge – como queriendo echar por tierra los excesos verbales de cierta inquilina de palacio-, regresaba a un difícil tendido que lo ovacionó y franeleó pero también condenó; o, la fragorosa polémica entre un político de extrema izquierda -de apellido bastante venido a menos en las últimas semanas- y un yuppie abogado neoliberal. Después, todo igual, lo mismo de siempre; los discursos y planteamientos de veinte años atrás, los panelistas refritos, la ideología circular y etérea de toda la vida, más allá de un discurso presidencial desabrido y deslucido en fondo y forma, que grafica el sentir de las, cada vez, más precisas encuestas.

Sin embargo, el punto central de la celebérrima CADE iqueña, fue el fin de fiesta y la euforia vivida por los asistentes. Una fusión de ritmos cubanos, merengues y chachachás en los que confluían entre disfuerzos y arrumacos, haciendo honor a Argüedas, todas las sangres constituidas en una festiva torre de babel y congregadas entorno a la solución de los problemas del país. Son dignos de resaltar algunos personajes de la dantesca fiesta como aquella ex candidata a la presidencia que ejerció un monopolio dancístico con el otrora blanco de las iras racistas de su señor padre, quien, con paquidérmicos movimientos, demostró, a propios y extraños, que su soltería no es una condición sino pura vocación.

Un clásico, ya, en estas lides, es la vaporosa presencia de una guapísima banquera, quien se ha ganado, con todo merecimiento, el título de la “Novia de las CADE”. La fila de sedientos y calurosos pretendientes a pareja de baile de la ejecutiva de moda, nunca mermó la media docena. Ahí, estaba, un ex procurador que fue la sorpresa de la fiesta, derrochando un estilo de baile probablemente extraído del estrecho vínculo de su especialidad profesional y sus constantes visitas a los penales – un conocido me dijo, con cierta maldad, que el susodicho personaje “bailando parecía el Tatán de CADE”-; por lo que, este quimboso y sandunguero bailarín, deambuló por la pista de baile como queriendo demostar a la población cadista y a los innumerables fláshes y cámaras presentes, que esa cintura no sólo la adquirió saliendo bien librado de sus peligrosos affaires con el fujimontesinismo. No faltó entre los afanosos pretendientes, un abogado, muy cercano a Palacio, que llevó al límite del paroxismo su contacto corporal con la damisela en cuestión.

Fueron conmovedoras las escenas en que las que se ve a un ex zar antidrogas compartir la euforia del baile con un empaquetado congresista puneño con pinta de mosquetero derrotado; o la sensual danza de un ex ministro con la causante de la debacle de otro reciente ex colega de faja; o del responsable del tesoro público a quien se le vio dando botes con su oronda pareja.

Terminó una CADE más. No nos queda del todo claro si las grandes conclusiones ayudarán a mejorar el destino del país. Sospechamos que todo seguirá igual. Lo que si nos quedó claro a los sorprendidos y mayoritarios ciudadanos es que, por lo menos, tenemos la certeza que quienes manejan este país lo hacen con ritmo, glamour y con altas dosis de protagonismo.

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