jueves, 31 de julio de 2008

SI CLAro, compañero


Corría el año 1986 y el gobierno aprista comandado por Alan García Pérez, tuvo la feliz idea de organizar la Semana de Integración Cultural Latinoamericana (SICLA), evento que reunió a los mejores exponentes de la música, cine, letras, pintura y demás artes de la patria grande. La publicidad previa brilló por su ausencia y tan sólo se escuchaban rumores que vendrían, entre otros, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, que de por si, ya era toda una noticia de impacto para los amantes de la nueva trova cubana. El padre de un buen amigo que trabajaba por esos días en Petroperú, nos dio mayor alcance de las fechas y lugares; así, nos enteramos que los puntos centrales de las presentaciones serían el Teatro Municipal y la Plaza de Acho.

Un sábado soleado de abril, se inauguró la SICLA en el patio de palacio de gobierno con la presencia del Presidente García. Ese primer acto, desnudó la desorganización que marcó el desarrollo de la semana cultural. Las muchas personas que asistieron tan sólo pudieron ver el espectáculo desde las afueras de la plaza de armas y únicamente las autoridades y miembros del partido de la estrella tuvieron el privilegio de acceder al patio. Si bien la inauguración fue televisada en directo por el canal estatal, la gente se quedó con un sabor amargo, al no poder ver de cerca a Silvio Rodríguez que interpretó “Canción del elegido” e “Historia de las sillas”; y a Pablo Milanés que cantó “Yo pisaré las calles nuevamente” y “Años”.

Por los diarios nos enteramos que el presidente de Sicla era Fernando Arias, esposo de la entonces Ministra de Salud, Ilda Urizar (primera mujer ministra en el Perú) y conocido de un colega de Gerardo Diez Plá, ingeniero civil de la Católica, amante de la trova, mi gran amigo y compañero de esta aventura. Sabíamos que el centro de operaciones de Sicla quedaba en el antiguo local de Minero Perú en la avenida Arequipa y ese domingo enrumbamos con Gerardo en busca de Fernando Arias. Llegamos al local, lleno de gente que iba de un lado a otro, atiborrado de afiches y programas. Preguntamos por Arias y nos señalaron a un tipo de baja estatura y de rostro preocupado. Nos presentamos como amigos de su conocido y le ofrecimos echar una mano en lo que se pudiera, si hacía falta. Fernando Arias, resultó ser un tipo muy amable y cálido que tomó nuestra presencia de la mejor manera y nos puso en contacto con la persona que coordinaba el tema de las presentaciones musicales en la base del Hotel Crillón, entregándonos una tarjeta suya en las que nos recomendaba “como amigos que querían apoyar sin ningún compromiso”. Saliendo del local de Minero Perú, nos topamos con un automóvil de la embajada cubana que estaba llevando nada más y nada menos que a Silvio Rodríguez, quien respondió a nuestro saludo y nos dijo, bajando la ventana del auto y con la timidez que lo caracteriza: “estamos en el Crillón”.

Si el local de Minero Perú era un pandemónium, el Hotel Crillón era una atolondrada torre de babel. Una cantidad incalculable de personas que iban y venían, un caos de gritos y órdenes. Dando vueltas por el lobby nos topamos con Oswaldo Guayasamin. Subiendo por el ascensor para buscar al coordinador, abordan en el segundo piso Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. El contacto duró segundos, sólo fue un saludo y una broma del gran Pablo, pero para nosotros fue soberbio.

El responsable de apellido Collazos, era, al parecer, un cuadro importante del partido y un experto en la organización de eventos masivos. Al principio midió con desconfianza nuestra presencia y nos mandó ordenar programas y contar afiches. Después de un rato, nos preguntó a qué nos dedicábamos y se mostraba más amable. Lo que vino en los días siguientes, fue tremendo para nuestros tiempos y trabajos, pues, fuimos asumiendo una serie de responsabilidades logísticas y técnicas que demandaron un tiempo a dedicación completa, sin un centavo de paga y sin siquiera tener el privilegio de acceder a las funciones del teatro Municipal, porque, finalmente, pagamos las entradas de todas las presentaciones a las que asistimos.
Las actuaciones en la Plaza de Acho eran gratuitas y después de trabajar coordinando sonido, iluminación, seguridad y hasta el traslado de los artistas en los buses, podíamos circular, gracias a nuestras credenciales, por todas las áreas y compartir codo a codo con los artistas. Resultan inolvidables nuestro saludo de urinario a urinario con León Gieco y la aparición de mi amigo Gerardo en el escenario de Acho, detrás de Silvio Rodríguez mientras el maestro interpretaba Ojalá, cigarro en mano y con una chompa con la figura del “camarada” Mickey Mouse.

La gente de la organización nos llamaban "los tigres", pero no faltaban aquellos militantes que nos decían “compañeros”, y es que sin ser parte del partido, terminamos impartiendo órdenes, teniendo gente a nuestro cargo y asumiendo muchas responsabilidades por lo que nos fuimos identificando con el personaje del cuento “La Insignia”, de Julio Ramón Ribeyro. Fue tan valorado nuestro trabajo, que al año siguiente que se organizó el CICLA (Consejo de Integración Cultural Latinoamericana), que fue menos aparatoso y más centrado en la música, nos nombraron (ad honorem, claro está) coordinadores de música y folklore, responsables de las presentaciones en la Plaza de Acho y las de la Taberna del 900 en Barranco y en el Satchmo en Miraflores. Nuestro gran beneficio fue compartir tiempo y amistad con estos grandes artistas, en los tiempos libres, en sus ensayos y en aquellas entrañables encerronas y guitarreadas que se organizaban en el Hotel Crillón, recordando aquella en la que el maestro y gran amigo Vicente Feliú, cantó más de 20 canciones para 4 personas; un verdadero lujo.

Si bien para nosotros fue una experiencia inolvidable, no podemos olvidar la desorganización que vimos de cerca y el derroche de funcionarios que medraban sin hacer absolutamente nada, mientras disfrutaban su alojamiento en el Hotel Crillón dedicándose a consumir alimentos y bebidas sin control ni medida. Se dijo y, estoy seguro que fue cierto, que ese Sicla le costó al país más de un millón de dólares.

Más allá de sus problemas y limitaciones, la Sicla permitió a Lima, tener por única vez en su historia, a esa constelación de estrellas de la música latinoamericana: Silvio Rodriguez y la Orquesta Afro Cuba; Pablo Milanés, Vicente Feliú, Santiago Feliú, Lázaro García, Sara González, la Orquesta Irakere y el grupo Proyecto de Gonzalo Rubalcaba de Cuba; Alberto Cortéz, Raphael Amor, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Fito Paez, León Gieco, Nito Mestre, MPA del Chango Farías y Peteco Carabajal de Argentina; Isabel Parra, Angel Parra, Santiago del Nuevo Extremo y el grupo Inti Illimani de Chile; Carlos Mejía Godoy de Nicaragua. Fueron memorables las presentaciones de Silvio Rodríguez con Pablo Milanés en la UNI y Villa el Salvador y la de todos los artistas cubanos en el parque zonal de San Luis, que es hoy la Videna; sin embargo, lo más impactante que recuerdo, fue la ovación de pie por espacio de más de 15 minutos a Silvio Rodríguez en el Teatro Municipal. De antología.

Todavía conservo el autógrafo de Oswaldo Guayasamin, que tan sólo escribió su apellido con letra de imprenta en un arrugado papel. Nadie me cree al verlo.

lunes, 14 de julio de 2008

El Chorri y el Rei

Roberto Palacios Mestas (Lima, 1972), conocido popularmente como el “Chorri", es sin duda alguna, el jugador más carismático de esa generación de futbolistas peruanos que hace más de 20 años no gana nada a nivel de selección. Unos cuantos goles espectaculares en las estériles eliminatorias del año 1996 al 2000 lo catapultaron como el símbolo del pundonor y el orgullo nacional. Supo ganar su buena reputación peleando los balones con marcado ahínco a pesar de su escuchimizada figura; pero sobre todo, al promocionar, a Estadio lleno, una camiseta con el lema “Te amo Perú”, luego de anotarle un tanto al mismísimo Chilavert en las Eliminatorias del Mundial de Korea – Japón 2002.

El Chorri Palacios es el jugador peruano con más presentaciones a nivel selección (122 partidos en 16 años y 19 goles); ha logrado 5 títulos (4 con Sporting Cristal y 1 con el LDU ecuatoriano) y ha jugado, aparte de los equipos mencionados, en el fútbol mexicano (Tecos, Monarcas Morelia y Atlas), en el Deportivo Cali de Colombia y en el Cruzeiro de Brasil. Una carrera respetable para un futbolista peruano de estos tiempos. Por otra parte, sería mezquino negar su capacidad técnica, actitud y disparo. Sin embargo, si hablamos de calidad, trayectoria y palmarés, al hacer un recuento de los grandes jugadores del fútbol peruano en su puesto de cara a definir un once ideal, el Chorrillano Palacios se encuentra bastante rezagado y en larga lista de espera en relación a cracks de la dimensión de Cueto, Cubillas, Uribe, Sotil, Velásquez, Percy Rojas, Chale, Mifflin, Cruzado o el mismísimo Pedrito Ruiz, por citar algunos jugadores que brillaron en las últimas cuatro décadas.

Como suele suceder en el terreno de los referentes y famosos, Palacios mal utiliza el poco crédito de su carisma para opinar sobre los problemas de nuestro fútbol. No en vano, en reiteradas ocasiones sus palabras, excesos y enfrentamientos han sido representados en sendos sketchs del Especial del Humor en donde el actor Walter “Cachito” Ramírez, hace una parodia suya que, estoy seguro, no le debe agradar nada al popular Chorri. De igual manera, no debemos olvidar que Palacios no ha sido ajeno a más de un escándalo relacionado a su azarosa y convulsionada vida privada.

A raíz del título del torneo Apertura obtenido por Universitario con absoluta justicia y sobradas cifras, Palacios ha dejado entrever en más de una declaración que “los árbitros y el sistema” han jugado a favor de la U y perjudicado al Cristal (más aun cuando al principio de este mismo torneo, hubo más de 3 partidos que se definieron a favor de los celestes debido a decisiones de los réferis que los beneficiaron). Concretamente se refirió a los supuestos fallos arbitrales del partido jugado entre ambas escuadras que de alguna manera definía el campeonato, cuando por cierto, la U aventajaba a su rival por 7 puntos. Días después en una entrevista en CMD con Alberto Beingolea, repitió su perorata ante el desconcierto de su entrevistador quien no podía descifrar lo que Palacios trataba de expresar con una oratoria más compleja que la del mejor Cantinflas que uno recuerde. Al final, no dijo nada, sólo medias palabras y semi acusaciones que desnudaron únicamente su piconería y mal arte de perder. A la vejez, viruelas.

En la otra orilla, Reimond Manco Albarracín (Lima, 1990), jugador símbolo de la selección peruana Sub-17 que clasificó al mundial de la categoría en el año 2007 en Korea, y que fue elegido el mejor jugador del torneo sudamericano clasificatorio a dicha justa.

Manco es un jugador diferente. Según algunos conocedores, tiene la magia para inventar un par de jugadas por partido y resolver un resultado con una genialidad. Ha tenido la suerte de haberse insertado al circuito del marketing de primer nivel del fútbol sudamericano y, ello implica, entre otras cosas, tener una alta consideración en la columna de Miguel Barraza en el Comercio o ser un caserito bienvenido para los reporteros de la poderosa cadena argentina Fox Sports. Ha logrado, el estatus de estrella emergente, de promisoria figura mundial que le ha permitido cerrar un jugoso contrato de 4 años con el actual tetra campeón holandés PSV de Eindhoven (club que sirvió de trampolín mundial a dos de los más grandes goleadores de los últimos tiempos: Romario y Ronaldo).

Todo parecería caminar bien en esta historia pero, lamentablemente, no es así, pues, luego de su consagración en el sudamericano Sub17, Manco fue presa fácil del periodismo que lo etiquetó como el nuevo sex symbol juvenil y lo fue alejando de las canchas y acercando a la farándula; descubrió los placeres de la noche con billetera llena y se rodeó de amistades poco propicias. En lo que respecta a su producción futbolística, fue muy pobre lo que ofreció en el año que jugó por Alianza (29 partidos y 3 goles). No marcó ninguna diferencia e incluso en un momento de baja performance y ante los reclamos de la hinchada grone, espetó esta desatinada respuesta: “Tengo un contrato asegurado (con el PSV), así que tengo que cuidarme ¿No? Sería loco si voy a exponerme sabiendo eso. No estoy ansioso por irme, pero creo que me desarrollaría mejor allá (en Holanda)", No me siento bien, quiero irme. No estoy dando el cien por ciento porque tengo miedo de lesionarme. Siento que estoy perdiendo el tiempo", la misma que generó la indignación y rechazo de sus propios compañeros. A pesar de este expediente, la prensa deportiva lo llama “el Rei”, en alusión a su nombre pero vinculándolo subliminalmente al apodo del mejor de todos los tiempos, el gran Pelé, en lo que considero, una falta de respeto absoluta a la monarquía del fútbol.

Se fue Reimond Manco a su periplo europeo (previas juergas discotequeras y reportes a su nuevo nivel económico), sin la trayectoria ni goles de Claudio Pizarro o de Jefferson Farfán, quienes antes de anclar en el viejo continente se cansaron de inflar redes en el torneo local. Dos antecesores que podrán ser cuestionados en el país por su producción a nivel de selección pero que han triunfado en todo lo alto en las exigentes ligas en las que les ha tocado participar y en las que han probado más de una vez el sabor de la gloria y el orgullo de la vuelta olímpica del campeón. Ojala, siga la senda de ellos y no la de otros efímeros viajeros y lo tengamos de vuelta en un par de años.

martes, 8 de julio de 2008

Las CADEras del Poder (*)

(*) Escrito en noviembre del 2003 y publicado a pedido de un gran amigo que lo considera vigente

La Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE) siempre fue una suerte de termómetro de la coyuntura política y económica del país. El Presidente en ejercicio estaba prácticamente obligado a cerrar el evento con un discurso conteniendo algún anuncio o compromiso de impacto, más allá de aprobar – mismo torero peruano en Acho -, al exigente y conocedor público asistente; que, por cierto, era mayoritariamente vinculado a la actividad empresarial.

Los tiempos han cambiado y el Perú también. Las apariciones públicas o la asistencia a los más importantes eventos que se desarrollan en el país, sean estos de carácter cultural, social, político, deportivo o de simple diversión, están marcadas por una tipología especial de nuevos y antiguos caseritos que tienen tres cosas en común: el irresistible afán de figurar; el dinero para poder colmar sus caprichos; y, la desfachatez de sentirse erudito en mil temas. Y, así, esta selecta cofradía es la que siempre aparece en las fotografías de las páginas sociales de los diarios y revistas, en las primeras filas de los más variados conciertos musicales de Shakira a Pavarotti pasando por Serrat y Les Luthiers; son los nuevos hinchas de la selección que llenan los palcos suites y las graderías del Monumental; los mismos que están, bota y puro en mano, en las barreras de Acho; o vestidos de blanco en la fiesta del perol o en Pachacámac viendo desfilar a los caballos de paso; saben de cocina y de vinos por supuesto. Ser parte de este exclusivo gremio de todólogos no es fácil para nada, pues deben tener la capacidad histriónica de resaltar entre muchos y mantener un look adecuado para cada ocasión.

La última CADE desarrollada en Ica, es, que duda cabe, la mayor prueba de lo afirmado. Una galería de vanidades bien montada en algunos casos, como el ingreso en olor a multitud de un ex mandatario que, de la mano de su fiel cónyuge – como queriendo echar por tierra los excesos verbales de cierta inquilina de palacio-, regresaba a un difícil tendido que lo ovacionó y franeleó pero también condenó; o, la fragorosa polémica entre un político de extrema izquierda -de apellido bastante venido a menos en las últimas semanas- y un yuppie abogado neoliberal. Después, todo igual, lo mismo de siempre; los discursos y planteamientos de veinte años atrás, los panelistas refritos, la ideología circular y etérea de toda la vida, más allá de un discurso presidencial desabrido y deslucido en fondo y forma, que grafica el sentir de las, cada vez, más precisas encuestas.

Sin embargo, el punto central de la celebérrima CADE iqueña, fue el fin de fiesta y la euforia vivida por los asistentes. Una fusión de ritmos cubanos, merengues y chachachás en los que confluían entre disfuerzos y arrumacos, haciendo honor a Argüedas, todas las sangres constituidas en una festiva torre de babel y congregadas entorno a la solución de los problemas del país. Son dignos de resaltar algunos personajes de la dantesca fiesta como aquella ex candidata a la presidencia que ejerció un monopolio dancístico con el otrora blanco de las iras racistas de su señor padre, quien, con paquidérmicos movimientos, demostró, a propios y extraños, que su soltería no es una condición sino pura vocación.

Un clásico, ya, en estas lides, es la vaporosa presencia de una guapísima banquera, quien se ha ganado, con todo merecimiento, el título de la “Novia de las CADE”. La fila de sedientos y calurosos pretendientes a pareja de baile de la ejecutiva de moda, nunca mermó la media docena. Ahí, estaba, un ex procurador que fue la sorpresa de la fiesta, derrochando un estilo de baile probablemente extraído del estrecho vínculo de su especialidad profesional y sus constantes visitas a los penales – un conocido me dijo, con cierta maldad, que el susodicho personaje “bailando parecía el Tatán de CADE”-; por lo que, este quimboso y sandunguero bailarín, deambuló por la pista de baile como queriendo demostar a la población cadista y a los innumerables fláshes y cámaras presentes, que esa cintura no sólo la adquirió saliendo bien librado de sus peligrosos affaires con el fujimontesinismo. No faltó entre los afanosos pretendientes, un abogado, muy cercano a Palacio, que llevó al límite del paroxismo su contacto corporal con la damisela en cuestión.

Fueron conmovedoras las escenas en que las que se ve a un ex zar antidrogas compartir la euforia del baile con un empaquetado congresista puneño con pinta de mosquetero derrotado; o la sensual danza de un ex ministro con la causante de la debacle de otro reciente ex colega de faja; o del responsable del tesoro público a quien se le vio dando botes con su oronda pareja.

Terminó una CADE más. No nos queda del todo claro si las grandes conclusiones ayudarán a mejorar el destino del país. Sospechamos que todo seguirá igual. Lo que si nos quedó claro a los sorprendidos y mayoritarios ciudadanos es que, por lo menos, tenemos la certeza que quienes manejan este país lo hacen con ritmo, glamour y con altas dosis de protagonismo.