Hace unos años atrás, el Doctor Jorge Alva, inacabable traumatólogo de Universitario de Deportes y de la selección de fútbol durante muchas décadas, llenó los titulares del siempre ávido periodismo deportivo, dando a conocer una supuesta pócima mágica creada para contrarrestar los efectos de la altura paceña (3,600 msnm) en la etapa de preparación de un partido de eliminatorias contra nuestro vecino país del altiplano. El resultado del partido fue un aceptable 0-0, pero que tuvo la particularidad de mostrar a un equipo peruano desplegando un derroche físico sin precedentes en tierras bolivianas. Días después, el orgulloso Doctor Alva, confesó el secreto de su éxito contándole al país que sus jugadores habían ingerido “sopa de cóndor”. Lejos de ser, en realidad, un apetecible caldo coronado por una generosa presa de nuestra legendaria ave andina, la sopa de cóndor no era otra cosa que un planificado régimen dietético basado en hidratos de carbono de tal manera que sustituyan la falta de oxígeno con la energía proveniente de los mismos.
Con el paso del tiempo, la sopa de cóndor fue implementada como elemento fundamental de cualquier preparación previa a un compromiso en altura. Lamentablemente, no fueron suficientes las bondades de tal dieta pues los resultados de los equipos peruanos en sus presentaciones en Bogotá, La Paz, Quito y México DC, fueron teñidos con el color de la derrota.
Ha pasado más de una década desde entonces y nuestro seleccionado de fútbol mantiene aun entre sus filas a varios de aquellos jugadores que tuvieron el privilegio de ser los primeros en consumir el denominado consomé de plumífero. Hay también, por cierto, sangre nueva pero que ha sabido mantener en alto las viejas prácticas de sus antecesores, es decir, jugar mal, perder sin decoro limitando con el ridículo y, por supuesto, sin dejar de lado su excesivo protagonismo al momento de ostentar sus lujos (cadenas y aretes de oro, ropa y artículos de marca, autos del año) que les permiten sus suculentos sueldos tanto a nivel local como en el extranjero, pero, sobre todo, exponiendo sus problemas afectivos rodeándose de bailarinas sanguijuelas, organizando bacanales en el mismo hotel en el que se concentran y libando licor hasta el amoratamiento y entumecimiento.
Precisamente, esa última juerga efectuada meses atrás después de un magro empate de locales con un apocado Brasil, célebre y documentada, apañada y consentida, inspiró las secuencias de los más hilarantes gags de los programas cómicos de la radio y televisión peruana durante un buen tiempo y elevó a la estratósfera el rating del programa de entrevistas que sacó el tema a la opinión pública. Quizás, el personaje más notorio del jaleo en el hotel haya sido Andrés “El Cóndor” Mendoza, delantero que juega con cierto éxito en Europa pero que es resistido por la afición peruana debido a su carácter díscolo y a un escandaloso gol que perdió ante Ecuador sólo frente al pórtico desguarnecido en las eliminatorias pasadas. Testimonios de empleados del hotel confirmaron su apetito insaciable con las féminas y las piruetas corporales que expuso en diferentes áreas del centro de alojamiento.
Según nos contaron, el Doctor Alva, anduvo muy triste después del papelón en la altura de Quito, cuando nuestros valerosos seleccionados cayeron estrepitosamente, dos días después de la pantagruelica juerga del hotel, por 5-1 frente a Ecuador. Los jugadores parecían flotar en la cancha, descoordinados y desconcertados, sin respuesta física ni actitud. Los mareó, entre otras cosas, “la sopa del Cóndor”, preparada con otros ingredientes, fragancias y sabores.
Con el paso del tiempo, la sopa de cóndor fue implementada como elemento fundamental de cualquier preparación previa a un compromiso en altura. Lamentablemente, no fueron suficientes las bondades de tal dieta pues los resultados de los equipos peruanos en sus presentaciones en Bogotá, La Paz, Quito y México DC, fueron teñidos con el color de la derrota.
Ha pasado más de una década desde entonces y nuestro seleccionado de fútbol mantiene aun entre sus filas a varios de aquellos jugadores que tuvieron el privilegio de ser los primeros en consumir el denominado consomé de plumífero. Hay también, por cierto, sangre nueva pero que ha sabido mantener en alto las viejas prácticas de sus antecesores, es decir, jugar mal, perder sin decoro limitando con el ridículo y, por supuesto, sin dejar de lado su excesivo protagonismo al momento de ostentar sus lujos (cadenas y aretes de oro, ropa y artículos de marca, autos del año) que les permiten sus suculentos sueldos tanto a nivel local como en el extranjero, pero, sobre todo, exponiendo sus problemas afectivos rodeándose de bailarinas sanguijuelas, organizando bacanales en el mismo hotel en el que se concentran y libando licor hasta el amoratamiento y entumecimiento.
Precisamente, esa última juerga efectuada meses atrás después de un magro empate de locales con un apocado Brasil, célebre y documentada, apañada y consentida, inspiró las secuencias de los más hilarantes gags de los programas cómicos de la radio y televisión peruana durante un buen tiempo y elevó a la estratósfera el rating del programa de entrevistas que sacó el tema a la opinión pública. Quizás, el personaje más notorio del jaleo en el hotel haya sido Andrés “El Cóndor” Mendoza, delantero que juega con cierto éxito en Europa pero que es resistido por la afición peruana debido a su carácter díscolo y a un escandaloso gol que perdió ante Ecuador sólo frente al pórtico desguarnecido en las eliminatorias pasadas. Testimonios de empleados del hotel confirmaron su apetito insaciable con las féminas y las piruetas corporales que expuso en diferentes áreas del centro de alojamiento.
Según nos contaron, el Doctor Alva, anduvo muy triste después del papelón en la altura de Quito, cuando nuestros valerosos seleccionados cayeron estrepitosamente, dos días después de la pantagruelica juerga del hotel, por 5-1 frente a Ecuador. Los jugadores parecían flotar en la cancha, descoordinados y desconcertados, sin respuesta física ni actitud. Los mareó, entre otras cosas, “la sopa del Cóndor”, preparada con otros ingredientes, fragancias y sabores.
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